jose acevedo y gomez
El Tribuno del Pueblo, así llamado porque su oratoria fue decisiva para mantener animada a la multitud que el 20 de julio de 1810 se había reunido en la Plaza Mayor de Santafé pidiendo Cabildo Abierto, bien puede representar el valor de la palabra en el nacimiento de nuestra República.
Acevedo y Gómez fue escuchado por la multitud y por los criollos reunidos en el Cabildo de la ciudad; lo escuchó igualmente el Virrey y las otras autoridades realistas presentes en Santafé. El habló y su palabra fue oída con atención pues dijo lo que requería ser expresado con claridad: los americanos tenían derecho a ser autónomos, era legítimo que decidieran el futuro por sí mismos, debían respetar la autoridad del rey pero limitando su poder absoluto, y debían ser representados de manera genuina por diputados elegidos entre los miembros de sus propias comunidades. Fue mediante su palabra que se propuso a la multitud los miembros de la Junta de Gobierno a la que se quería dar forma y fue su palabra, convertida en escritura, la que se recogió en el Acta de lo sucedido esa noche y que hoy llamamos de Independencia.
Este hombre, la palabra, nació en Charalá en 1773. Muy joven presenció los sucesos de la rebelión de Los Comuneros y con seguridad siguió con atención el curso del juicio que se siguió contra los conjurados de 1794, hechos de los cuales salió prisionero Antonio Nariño rumbo a España. Se convirtió en comerciante y acumuló fortuna en estas actividades, lo cual pudo complementar con su afición por la lectura de los clásicos greco-romanos y españoles, libros que guardó en su biblioteca personal. Exitoso en los negociosos y hombre ilustrado, Acevedo y Gómez ganó la confianza de sus contemporáneos. Ellos lo eligieron Procurador de Santafé, esto es, defensor de los derechos de los habitantes de la ciudad; y luego, en 1808, adquirió el rango de Regidor Perpetuo del Cabildo de Santafé. Como tal expresó al Virrey Amar en septiembre de 1809 la conveniencia de organizar en Santafé una Junta de Gobierno, lo que lo convirtió en peligroso para las autoridades españolas.
En sus palabras se escuchó en múltiples ocasiones que si no se organizaba una Junta de Gobierno en la ciudad la autoridad del rey se vería amenazada por el peligro que representaba para la estabilidad del reino la posible disolución de la Junta de Sevilla. Así lo dijo en varias cartas a familiares y conocidos, así lo expresó en las reuniones políticas que se llevaban a cabo en la ciudad, así lo debió explicar la noche del 19 de julio de 1810 cuando reunidos en el Observatorio Astronómico decidieron lo que debía hacerse al día siguiente con el fin de organizar la tan ansiada Junta de Gobierno.
Y así se hizo. Ese viernes 20 de julio, desde el atardecer y hasta altas horas de la noche, reunidos en la sala del Cabildo conformaron la junta y le dieron forma a un gobierno que aunque provisional es el germen de nuestra República. Esto le costó la vida. Años más tarde, en 1817, queriendo salvarse pues estaba condenado por el sólo hecho de querer ser libre y vivir en calidad de tal, salió de la ciudad hacia las montañas de los Andaquíes donde murió. Pero su palabra quedó: la contiene el Acta de Independencia, su legado y testamento político. En ella se dispuso que se “deposite en toda la Junta el Gobierno Supremo de este Reino interinamente, mientras la misma Junta forma la Constitución que afiance la felicidad pública, contando con las nobles Provincias, a las que en el instante se les pedirán sus Diputados, firmando este Cuerpo el reglamento para las elecciones en dichas Provincias, y tanto éste como la Constitución de Gobierno deberán formarse sobre las bases de libertad e independencia respectiva de ellas, ligadas únicamente por un sistema federativo, cuya representación deberá residir en esta capital, para que vele por la seguridad de la Nueva Granada, que protesta no abdicar los derechos imprescindibles de la soberanía del pueblo a otra persona que a la de su augusto y desgraciado Monarca don Fernando VII, siempre que venga a reinar entre nosotros, quedando por ahora sujeto este nuevo Gobierno a la Superior Junta de Regencia, ínterin exista en la Península, y sobre la Constitución que le dé el pueblo.
Su palabra todavía no contempla la Independencia, la que luego incluirá y hará realidad pues firmó la declaración de Independencia Absoluta de España de la república de Tunja en 1813, pero ya en esa acta de 1810 expresa sin equívocos que la autonomía de los pueblos es el fundamento de la libertad. Sus palabras no podían ser más claras: la República es la condición de la Independencia.
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